Psicopedagogía Woodland
Miércoles, 4 de la tarde, vamos de camino a la natación. Se nos mete un coche, le proferimos un par de insultos y nos interrumpe la voz inquieta de nuestro hijo: “mami ¿te vas a morir?”. Nos quedamos helados y lo único que se nos ocurre es contestar -medio estresados- es algo como: “Y DE DÓNDE SACAS ESO, CLARO QUE NO”. Nuestro tono no es exactamente amable, así que el niño deja de preguntar, porque intuye que es un tema que nos molesta. Y ahí se queda: a nosotros se nos olvida. A él no, pero lo deja pasar.