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Mi familia, mi equipo

Dejó de ser novedad hace ya varios meses que, como humanidad, atravesamos por un momento muy difícil. Al principio hubo mucha confusión, malestar generalizado y no entendíamos muy bien cómo debíamos funcionar. Pero a punta de no tener otra opción, nos adaptamos.

Hoy sabemos qué tenemos que hacer, cómo lo tenemos que hacer y estamos bastante mejor organizados que al principio: la situación ya no nos toma por sorpresa en ningún nivel. Lo que es verdad es que el deterioro, el cansancio y el encierro están comenzando a presentarse de manera inequívoca en nuestro día a día. Tal vez al principio fuimos capaces de ignorar que estamos frente a una verdadera crisis pero hoy en día ya no nos podemos escapar de esa realidad. 

La buena noticia es que la mayoría de nosotros estamos con nuestro dream team 24/7: esa persona que nosotros elegimos para formar una familia y los hijos que decidimos tener con él o ella.  Esto no significa, de ninguna manera, que no haya conflictos. Sin embargo, es importante darnos un momento para pensar en lo que esto significa.  Porque en efecto, confinados, pero en equipo.

Si pensamos en las funciones primordiales que les tocan a los padres, inmediatamente vienen a nuestra mente la alimentación, el vestido, la seguridad: cuestiones básicas.  Es así, desde luego, pero para que un niño pueda desarrollarse de manera saludable necesita mucho más que eso. 

Una familia hace mucho más que resolver estas necesidades básicas de los niños, pues el cuidado que nosotros como papás les proveemos tiene impacto directo en su desarrollo social y emocional. Es al interior de la familia que adquirimos las habilidades necesarias para afrontar la vida y desarrollar todo nuestro potencial.  Nuestras familias nos muestran la forma en la que veremos el mundo, cómo es adecuado comportarnos, qué es bueno y qué es malo, etc.  En pocas palabras, nos regalan una especia de brújula interna que nos ayudará a guiarnos no sólo en la infancia, sino también en la vida adulta. Y esas reglas implícitas que aprendemos con nuestros parientes más cercanos, son las que se convierten en parte de nosotros y las replicamos una y otra vez en la sociedad.

Es precisamente en este pequeño núcleo que los niños tienen la oportunidad de desarrollar sus gustos, sus aficiones y su personalidad con libertad plena y con la confianza de que es un ambiente seguro.  Debemos tener claro, incluso en momentos de crisis, que es la justamente en este núcleo en donde encontramos nuestro centro y podemos recargar pilas. 

Desde luego no sólo es importante estar presentes para contener y guiar, sino también para ayudar a corregir.  No es sino hasta que somos mayores que nos damos cuenta de la importancia que tuvo en nuestras vidas ser sancionados después de agredir a un compañero o de insultar a un profesor, e incluso de ese escándalo por el 5 en matemáticas que venía en color rojo en la boleta.  Porque es a partir del error el aprendizaje se vuelve realmente significativo.  No se trata de intentar criar niños que no cometan errores -esa es una expectativa dañina- sino de entender que como familia tenemos la tarea de que ese “error” haya servido para algo.

Ser papás no es fácil.  En el camino nos encontramos con mil piedritas, pues no sólo hay que manejar la frustración y las preocupaciones propias, sino también las de nuestros niños, que confían -y necesitan- que lo hagamos.  Sin embargo, al final del día, es suficiente con estar al pendiente, hacer caso a las señales de alerta cuando existen y no descuidar el día a día.  Cuando ellos miren atrás, sabrán que cada uno de ustedes hizo lo mejor que podía con lo que tenía. Y lo agradecerán infinitamente.