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El valor de las tradiciones

Toda familia tiene una manera única de hacer las cosas: en algunos hogares se pone altar de muertos, en otras festejan Halloween; para algunos niños su infancia estuvo llena de disfraces y pintura en la cara, mientras que para otros es impensable pues su religión no lo permite.  Hay familias que dejan galletas y leche cada 24 de diciembre para Santa -y a veces también para los renos- mientras que hay casas en las que los regalos los deja el niño Jesús. 

Cada casa es un mundo y de manera muy particular se van creando tradiciones que definen a nuestra familia. Mientras que algunos pasan la navidad en pijama viendo películas y contando anécdotas, otros se arreglan para ir a grandes reuniones llenas de gente.Hablar de tradiciones es hablar de formas de ver la vida: podemos ser vecinos, pero lo que nosotros pensamos, cómo actuamos y a qué le damos prioridad no necesariamente se parece. Porque al hablar de costumbres, también hablamos de valores. Y resulta que es una parte esencial para el desarrollo de los niños. 


Imaginemos, ahora como adultos, que estamos en la sala de la casa donde crecimos: estamos sentados junto a nuestros papás y hermanos escuchando con atención la anécdota de cuando papá se cayó mientras jugaba, rompiendo así el pantalón nuevo -que por cierto la abuela le advirtió que se cambiara antes de ir a jugar- y las aventuras que pasó para zafarse del regaño. Seguro que se dibuja una sonrisa en nuestros labios al recordar y nos sentimos ligados a ese momento. 


De generación en generación se transmiten estas historias a la par que vamos escribiendo nuevos capítulos y esto nos hace sentir pertenencia. Cabe mencionar, por cierto, que el hecho de tener una cartera de historias y anécdotas impacta directamente en términos de autoestima para los más pequeños: poco a poco van entendiendo cómo funciona su propia casa, qué tipo de lenguaje no verbal se utiliza, cuáles son las cosas importantes al interior de la familia y esto genera una sensación de bienestar. Estamos hablando de historias y maneras de funcionar que nos hacen entender cuáles son nuestras raíces.


Desde luego que para quienes están creciendo es importante conocer otras culturas y observarlas de cerca, como por ejemplo cuando viajamos o leemos un libro pues sin lugar a duda, abre el panorama y la mente. Sin embargo, el hecho de tener tradiciones propias en la familia permite explicarnos nuestra existencia misma, darle sentido y entender que tenemos un lugar seguro en el cual resguardarnos cuando sea necesario, incluso si es solo con el pensamiento. 


Al final del día, estamos hablando de lo más sagrado para cada uno de nosotros: los vínculos afectivos que creamos mientras vivimos todo eso que hoy se cuenta como una “anécdota de papá” ó “lo que le pasó a mamá en la escuela aquella vez” y que nos recuerdan de dónde vinimos y nos centran para entender hacia dónde vamos. Recordemos que mantener una tradición no es guardar las cenizas, sino mantener el fuego vivo.