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Cómo hablamos de la muerte con nuestros hijos

Psicopedagogía Woodland
 

Miércoles, 4 de la tarde, vamos de camino a la natación.  Se nos mete un coche, le proferimos un par de insultos y nos interrumpe la voz inquieta de nuestro hijo: “mami ¿te vas a morir?”. Nos quedamos helados y lo único que se nos ocurre es contestar -medio estresados- es algo como: “Y DE DÓNDE SACAS ESO, CLARO QUE NO”. Nuestro tono no es exactamente amable, así que el niño deja de preguntar, porque intuye que es un tema que nos molesta.  Y ahí se queda: a nosotros se nos olvida.  A él no, pero lo deja pasar.

Claro, hablar de muerte no es algo agradable para nadie y mucho menos sencillo. Porque es doloroso y el simple hecho de pensarlo nos angustia. Y no queremos angustiarnos, pero mucho menos queremos angustiar a nuestros pequeñitos.

Pero resulta que cuando no lo hablamos se convierte en algo que aparentemente está “prohibido” y cuando las cosas están prohibidas es porque son malas o negativas.  Los niños lo saben desde muy chicos. ¿Es doloroso aproximarse al tema de la muerte? Sí. ¿Nos enfrenta con situaciones o escenarios, incluso hipotéticos, a los que no nos queremos enfrentar? Por supuesto. ¿Es verdaderamente necesario que nuestros hijos tengan esta información? Absolutamente. 

Tenemos la idea, como papás, de que hay cosas que los niños no entienden y que siempre será mejor no discutirlas con ellos.  Y claro, no les vamos a contar nuestros problemas de pareja o cómo nuestro trabajo nos está abrumando.  Incluso sería equivocado hablar de lo mucho que nos angustia la pandemia y la posibilidad de perder a un ser querido.  Pero cuando tienen una duda o hay un tema sobre la mesa y ellos están involucrados, es importante no hacerlo a un lado.  Recuerden que educamos, sobre todo, con el ejemplo y NOqueremos transmitir que las cosas dolorosas no se pueden discutir. 

Por supuesto que desearíamos nunca tener que enfrentarlos a situaciones dolorosas, pero es importante para ellos y para su desarrollo que lo hagamos. Puede ser de manera amable, aunque sin duda es un tema, en sí mismo, muy complejo. 

¿Cómo le hacemos?... 

Al igual que nosotros, ellos necesitan vivir el duelo para poder sanar una herida y seguir adelante. Cuando tengan la inquietud o cuando necesitamos hablar con ellos porque hemos perdido a alguien cercano, el primer paso es precisamente ponerlo en palabras.  Hay que recordar que con los niños es vital primero escucharlos para luego explicar.  En el primer escenario, en donde ellos nos plantean la pregunta podemos responder: “te explico, pero dime, por qué estás pensando en la muerte”.  Casi siempre nos alarmamos al escuchar este tipo de preguntas y se nos olvida que ellos piensan de manera muy sencilla y clara.  Nos podrían responder cosas como: “porque lo vi en una película”, “porque se murió la abuelita de mi amigo”, “porque alguien en la escuela me dijo que te ibas a morir”, etc. 

Una vez explorado, contestamos. En términos muy sencillos y tomando en cuenta las particularidades de cada familia; no es lo mismo que una persona católica lo explique a que lo haga alguien ateo.  Sea cual sea nuestra postura, esa va a ser nuestra guía.  De manera muy amorosa, y sobre todo calmada, podemos conversar acerca de que todos los seres tienen un principio y un fin: el principio es el nacimiento y el fin es la muerte.  Lo más probable es que surjan inquietudes del estilo “y tú te vas a morir”.  Tenemos que ser honestos, pero no necesariamente tajantes: “Sí, algún día yo también me voy a morir, pero por ahora estoy sana, fuerte y joven.  Falta mucho”. Desde luego, depende de la edad y de las circunstancias.  En el caso, por ejemplo, de que suframos de alguna enfermedad terminal, es importante ser honestos -y yo recomendaría que en ese escenario particular se acompañe de un especialista- porque va a ser un momento complicado para toda la familia, pero es mucho más llevadero cuando podemos hablar del tema para compartir y guiar el dolor. 

Nunca nos cansaremos de decir que para los niños nosotros representamos verdad y certeza.  Es precisamente por eso que necesitamos ser muy claros.  No es sencillo, pero para ellos es necesario. Su duelo, su angustia y sus inquietudes son tan válidas como las de nosotros y es importante que le demos su lugar a cada tema.  No permitirles que ellos elaboren un duelo porque les escondemos una muerte es agresivo y estamos subestimando la capacidad que ellos tienen para enfrentarse a las dificultades que acarrea el simple hecho de estar vivos.

Hoy en día vivimos una crisis terrible y la muerte está en nuestra cabeza con mucha más frecuencia de lo normal.  Es lo que nos toca vivir y por ahora no hay otra opción.  Lo que debemos de saber es que en la medida en la que los adultos tengamos la claridad y la paciencia para explicar la muerte, la enfermedad o cualquier otra situación angustiante, los niños van a estar bien.

Por lo pronto, les dejamos algunas herramientas que les pueden servir para abordar el tema. 

Para siempre muestra una manera sencilla y directa de abordar el duelo desde la sinceridad y la expresión de la tristeza a través del llanto.

 

Este libro es la historia de Elfi, el mejor perro del mundo.  Y también de la profunda amistad entre un niño y un perro.  Pero el libro muestra sobre todo la importancia que tiene expresar unos sentimientos.

 

Nana Vieja y su nieta han vivido juntas mucho tiempo y comparten todo, incluyendo los trabajos de la casa. Una mañana Nana Vieja no se puede levantar a tomar el desayuno como de costumbre. Con calma va poniendo sus cosas en orden. Finalmente, lleva a su nieta a dar un último paseo para explorar las cosas maravillosas que las rodean.